Es uno de los grandes iconos naturales de la Costa da Morte. Es la salida de una ruta en la que es posible descubrir alguno de los grandes tesoros verdes de la comarca, como Pedra Vixía.
08 jun 2019 . Actualizado a las 16:17 h.La Carballeira de Baio es un monumento a la naturaleza. Un pequeño bosque de 390 robles que inspira cuentos de meigas y tardes de romería bajo un manto verde que ni siquiera los rayos del sol pueden atravesar. Desde aquí, la asociación de vecinos Tabeirón, que lleva el nombre de un poema de Enrique Labarta Pose, abrió un sendero por el río Grande en el que se muestran los tesoros esparcidos por las orillas del cauce.
Un pequeño puente artesanal de piedras y madera atraviesa el lecho. Aquí se puede emprender una caminata río arriba por el margen izquierdo a la sombra de abeneiros y carballos, que miran su nuevo ropaje en el espejo del agua, que baja silenciosa por momentos y cantarina cuando la aprietan los rápidos y las presas de los molinos. El primero es el de Su a Agra. Luego está el de As Quintas, que aún muele grano. El paraje se presenta rico en adornos vegetales. Hay que seguir los indicadores de Tabeirón.
Pronto aparece Pedra Vixía, otro de los monumentos paisajísticos de la ruta. Aquí hubo en tiempos una fábrica de madera, pero ya nada queda, sí islas entre ríos, pequeñas cascadas, una noria, una carballeira encantada y mesas para merendar. Su cúpula de ramajes convierten el espacio en una especie de templo verde. Una mole pétrea vigila el entorno y da nombre al lugar y un dolmen próximo lo enraíza en la prehistoria.
Al pasar el camino y cruzar la carretera Baio-Santiago es posible seguir sumergiéndose en este bosque ribereño siguiendo la senda a O Bouso, una casa de labranza, otro molino y un puente rural de piedra añaden atractivo, pero hay que seguir río arriba. De nuevo la sinfonía verde: robles, alisos, laureles, castaños, sauces, avellanos y hasta un pequeño bosque de secuoyas. Y el agua, callada unas veces, y melodiosa cuando regatea rocas. Aparecen también esqueletos de molinos. Cerca de A Cebola de Abaixo hay otro en aparentes buenas condiciones.
En la ruta labartiana de Tabeirón incluyen las Torres do Allo, a la vista desde A Cebola. Son del siglo XV y uno de los primeros pazos de Galicia. Están abiertas al público. Se llega por una avenida de carballos que plantó a finales del siglo XIX el naturalista Víctor López Seoane durante sus estancias en el lugar. Una especie de túnel vegetal cuya belleza lo convirtió en paraje cinematográfico. Aquí se rodaron escenas de la película Finisterre, de Xavier Villaverde.
Después de visitar el fabuloso palomar del pazo se puede seguir por un camino coronado por laureles que inspira historias de santa compaña. El reencuentro con la orilla del Grande se produce junto a los viejos molinos de Marcial (O Allo), una antigua factoría molinera en buen estado de conservación situada sobre unas rocas que aprietan el cauce, que se rebela y se precipita en un pequeño salto para goce de quien lo observa.
En la vuelta a la Carballeira de Baio, ahora por la orilla derecha, el río sigue mostrándose generoso en encantos naturales, una verdadera sobredosis de verde con adornos plateados del agua y los chispazos del sol cuando logra regatear el tupido ramaje.
Ruta
- Son menos de doce kilómetros de baja dificultad
Condiciones
- La asociación Tabeirón limpió y señalizó la senda para hacerla accesible.