Diez curiosidades de los faros más bonitos de Galicia

SILVIA PATO

VIAJES

Cabo Vilán
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Hoy nos centramos en los tres faros gallegos más bonitos, según los lectores de «La Voz de Galicia», para descubrir algunas curiosidades que, tal vez, no conozcas.

27 ago 2019 . Actualizado a las 16:08 h.

Son muchos los faros que no puedes perderte en la costa gallega y, sin duda alguna, cada uno de nosotros cuenta con sus favoritos, tanto por su belleza como por los recuerdos que nos unen a ellos, ya sea cuando los visitamos, ya sea porque hemos crecido muy cerca de su luz.

Pero hoy vamos a centrarnos en los elegidos por los lectores, según la encuesta de La Voz de Galicia, para contaros diez curiosidades de los tres faros más bonitos de Galicia. Tal vez alguna de ellas te sorprenda.

Faro de Cabo Vilán 

Cabo Vilán
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El faro de Cabo Vilán (Cabo Vilán, s/n, 15123, Camariñas, A Coruña) se ha alzado con el primer puesto de las votaciones de la encuesta. Es el protagonista de nuestra primera curiosidad. Junto al antiguo faro, conocido como Faro Vello, que emitía una luz insuficiente en esta peligrosa costa, se levantó tiempo después el primer faro eléctrico de España, proyectado en 1885 por Francisco Lizárraga y Adolfo Pequeño. 

Las obras de este faro moderno y eléctrico se vieron aceleradas por uno de los naufragios más destacados en la Costa da Morte: el del buque inglés Serpent, un 10 de noviembre de 1890, en Punta do Boi, en el cual fallecieron 172 hombres y solo se salvaron 3 de sus tripulantes. Los fallecidos fueron enterrados en el Cementerio de los Ingleses. Y un 15 de enero de 1896 se inauguró al fin el nuevo faro de Cabo Vilán.

Faro de Cabo Prior 

Cabo Prior. Lugar de culto con sus impresionantes acantilados y, está claro, con el faro, hoy en día automatizado, que está ubicado en un histórico edificio. Un tramo de la ruta para detenerse
Cabo Prior. Lugar de culto con sus impresionantes acantilados y, está claro, con el faro, hoy en día automatizado, que está ubicado en un histórico edificio. Un tramo de la ruta para detenerse MARTA GARCIA

A unos 14 kilómetros de Ferrol (A Coruña), en la parroquia de San Martín de Cobas, se encuentra el faro de cabo Prior (CP-3607, 15594, Ferrol, La Coruña), inaugurado el 1 de marzo de 1853. Por aquel entonces, su lámpara se iluminaba con aceite de oliva y parafina, aunque con el cambio de siglo comenzó a usarse petróleo, y décadas después se transformó en otro faro eléctrico.

Si hay una curiosidad que caracteriza al faro y su hermoso entorno natural, es la portabandera que se alza en los acantilados a sus pies. Puedes descender hasta ese punto, bajando unas escaleras de piedra, lo que se recomienda hacer con sumo cuidado y en días apacibles, con poco viento y sin temporales. La vista a nuestro alrededor, con el océano frente a nosotros, y el faro de cabo Prior a nuestras espaldas es espectacular. Esta portabandera es otro de los vestigios que se mantienen en pie de un pasado, no tan lejano, en el que esta zona de Cobas era por completo militar y a la que estaba prohibido acceder. De hecho, si sigues sus caminos y senderos podrás descubrir los túneles y baterías costeras

Pero hay otra anécdota del faro de Prior que tal vez no hayas escuchado. Se cuenta que en el año 1993, momento en el que la Autoridad Portuaria pasó a ser responsable del faro, se encontraron con que la habitación del último farero no había sido vaciada del todo. En ella había toda una colección de guitarras. Y es que aquel farero, mientras estudiaba Medicina en la universidad, también era guitarrista. Por si fuera poco, cuando terminó la carrera, se fue a trabajar a Scotland Yard como médico forense. Todo un personaje de novela.

Torre de Hércules

Torre de Hércules
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Si hay un faro gallego repleto de anécdotas históricas es el faro romano en funcionamiento más antiguo del mundo: la Torre de Hércules (Av. Navarra, s/n, 15002, A Coruña), así que en esta ocasión vale la pena destacar varias de ellas referentes a los visitantes ilustres que ha recibido el símbolo de la ciudad de A Coruña. Ninguno quería perderse la visita a semejante monumento.

A finales del año 1779, A Coruña fue visitada por John Adams y su hijo John Quincy Adams, de 12 años, quienes se convertirían en el futuro en presidentes de los Estados Unidos. Fue algo por completo casual, ya que su barco se averió cuando iban rumbo a Francia, a causa de una vía de agua, por lo que el capitán decidió desembarcar en Ferrol y, una semana después, la comitiva se dirigió a la ciudad de A Coruña. En ella, fueron a conocer la Torre de Hércules, a la que John Adams denominó «Torre de Hierro».

En junio de 1799, visitó el faro el naturalista Alexander Humboldt, que partió desde el puerto de A Coruña hacia América del Sur en uno de los más importantes viajes científicos. Durante la decena de días que estuvo en la ciudad, visitó y estudió la Torre de Hércules, y efectuó comprobaciones de la longitud entre esta y el Observatorio Marítimo de Ferrol.

En el año 1858 fue la reina Isabel II y sus hijos los que, al viajar a la ciudad, planearon visitar el faro. Por ese motivo, el interior de la construcción se vistió con grandes galas: se recubrieron las paredes con lienzos y telas, se colocaron falsos techos para que no se vieran las bóvedas y los suelos de piedra fueron cubiertos con mullidas alfombras. Tal decoración se mantuvo hasta el año 1905, así que cuando la fotógrafa estadounidense Ruth Matilda Anderson la visitó en el año 1924 pudo apreciarla en todo su esplendor.

Si seguimos avanzando en sus anécdotas históricas, tal vez no sepas que, cuando el pintor Pablo Ruiz Picasso pasó su infancia en la ciudad, plasmó en sus dibujos y en sus óleos, en numerosas ocasiones, la Torre de Hércules, a la que llamaba «Torre de Caramelo», por el tono que adquiría cuando el sol la acariciaba con sus rayos.

Y una última curiosidad de nuestro faro más internacional. Existe una réplica del mismo en el Cementerio Viejo de Tampa (Estados Unidos). Fue mandada construir por el emigrante coruñés Adalberto Ramírez, uno de los 1718 españoles que yacen en este camposanto, la mayoría de ellos gallegos y asturianos, que emigraron hace más de un siglo a la ciudad por el surgimiento de la industria tabacalera.