Marta hizo la temporada en Ibiza: «Si eres avispado sacas dinero de cualquier lado»

VIAJES

Para esta joven de 25 años, como para otros muchos, las vacaciones se trabajan. Tras tres empleos en un solo verano, decidió abandonar la isla, eso sí, bien curtida en fiesta. «Lo difícil es encontrar alojamiento, lo demás te lo regala este lugar», asegura

10 ago 2023 . Actualizado a las 08:58 h.

«Si te vas a hacer temporada a Ibiza es porque te gusta la fiesta», explica Marta, esta guadalajareña de 25 años. Es evidente, porque la pequeña isla al sur de las Baleares es la capital del ocio nocturno por excelencia en España y en todo el mundo. Por eso, todos los veranos la joven se coge un ferri hacia la isla para disfrutar de las noches de desenfreno que esconde este paraje paradisíaco: «Vivir ahí es imposible sin trabajar, pero esta es la menor de las preocupaciones. Lo fácil es encontrar empleo, lo más complicado es el alojamiento».

Cuando te hablan de patrimonio de la humanidad, se te viene a la mente la imagen de un destino turístico tranquilo con paisajes idílicos. Ibiza recibió esta distinción en 1999, y no por la fiesta, sino por su belleza en cuanto a las vistas panorámicas y por sus atardeceres. Sin embargo, lo que siempre llamó al turismo, aparte de lo anterior, fue su éxito en cuanto al ocio nocturno. Ushuaia, Pachá o Amnesia, entre otras muchas, son discotecas en las que la gente llega a pagar cien euros por la entrada, y eso sin consumición incluida. ¿Pero qué tienen estas discotecas de especial? «Que reciben a los mejores DJ del mundo», responde Marta. La copa dentro te puede costar mínimo unos 24 euros. «Una burrada», considera.

UNA CIUDAD PARA RICOS

Ibiza no es una ciudad barata. Todo lo contrario; sus turistas son, en su gran mayoría, gente con un alto poder adquisitivo. Cuenta Marta que ahí todo es a lo grande: yates, coches de alta gama, ropa de firmas prestigiosas. Sin embargo, asegura que la isla tiene dos caras: «Los que pagan y los que sirven a los que pagan». Para ella, ambos salen ganando. «A los ricos no les supone un gasto notable en sus cuentas bancarias dejarse tales cantidades de dinero, y los que son de ahí o van a hacer temporada cobran más porque los servicios que ofrecen son más caros», cuenta. Marta establece una separación entre la Ibiza superficial y la Ibiza de la «comunidad hippie». «Pero, al final, todos vamos buscando lo mismo, por eso ambos mundos confluyen entre sí en cuanto a la fiesta», explica.

«Aunque sea una ciudad cara, nosotras entramos gratis en las discotecas. Aquí se hacen contactos rápido»

«Aun así, hay muy buen rollo, es una comunidad libre en la que se junta gente de todas partes», comenta. Marta pasó parte de este verano en la isla. Ella no fue con el objetivo de ganar dinero, más bien quería disfrutar de las playas, los paisajes y la gente de la isla. «Aunque sea una ciudad cara, nosotras entramos gratis en las discotecas. Aquí se hacen contactos rápido», detalla. Como todos los temporeros se encuentran en la misma situación, entre trabajadores se hacen favores.

«En Ibiza, si estás avispado, puedes sacar dinero de cualquier lado», apunta. Se necesita trabajo de todo tipo. Tanta es la demanda de empleo en verano que muchos locales ofrecen casa a cambio de trabajo. Marta trabajó primero en un hotel, donde no cobraba mucho, pero las propinas eran muy buenas. De jueves a domingo eran mil euros, propinas aparte. Ese empleo lo consiguió a través de una empresa de trabajo temporal. También estuvo empleada en una discoteca: «No era de las más top de la isla, así que tampoco cobraba mucho, pero tengo amigas trabajando de camareras en otros locales de prestigio y cobran una pasta».

SIN TECHO DONDE DORMIR

El trabajo no estaba mal, pero el sueldo se le quedaba muy justo para costearse el apartamento que compartía con sus amigas. «Los precios de los alquileres son desorbitados», apunta. Y no era el único problema: «No encontrábamos nada, ya no es que fueran caros, es que no había apenas oferta, los que habían eran vacacionales». Finalmente, encontraron uno por 2.000 euros al mes con una sola habitación. «Ahí nos metimos las tres, en un piso de 40 metros cuadrados, compartiendo una cama de matrimonio durante dos meses», cuenta. El problema no era el pequeño espacio que tenían que compartir, sino más bien el alto precio que tenían que pagar para ese escaso espacio que les ofrecían a cambio.

Cuenta que durante unos días acogieron a otra chica que había ido allí de vacaciones: «Le resultó imposible encontrar apartamento para tan solo tres días». Al final, no fue por mucho tiempo. Además, las otras dos amigas se volvieron a su casa para el mes de agosto. «El trabajo va y viene. Aquí se suele decir que la isla te manda señales para quedarte o para irte y, bajo mi experiencia, esto es así». Sus amigas se fueron porque ya no podían pagarse las vacaciones ni trabajando. Marta, por suerte, encontró un empleo en hostelería en el que le ofrecían casa.

«Ahí te das cuenta de cómo puede llegar a actuar sobre ti la gente con poder»

Según cuenta, ya lo tenía todo apalabrado con su jefe. «Entraba a vivir ahí x día, pues ese día me dio largas y me tuve que ir a dormir a casa de unos amigos. Al día siguiente, lo mismo, pasé la noche en la playa. Hasta que el tercer día me dio por fin las llaves de la vivienda», relata. Con tan mala suerte que, después de noches sin apenas dormir, Marta cayó redonda en cuanto puso la cabeza en la almohada. Tan cansada estaba después de esos días que perdió la noción del tiempo y llegó dos horas tarde en su primer día: «Mi jefe se plantó en el piso gritando sin parar. Yo hice mal, pero él había fallado primero a su palabra, no me dejó ni explicarle lo que me había pasado». Marta reconoce su error, pero no le dio tiempo ni de reaccionar. Cuenta que en ese mismo momento se vio con sus cosas en la calle y otra vez sin casa. «Ahí te das cuenta de cómo puede llegar a actuar sobre ti la gente con poder», señala.

LA ISLA TE DESPIDE

Por lo que Marta cuenta, en Ibiza en verano hay muchas opciones en cuanto a trabajo. Ella optó por la parte legal, y no le salió bien. Pero hay mucha gente que se va de ahí con grandes cantidades de dinero, incluso les da para vivir todo el año: «Venta ambulante, taxi pirata y demás», resume. Dice que la llaman la ciudad sin ley. «Es tanta la demanda de todo tipo de servicios que ni los que lo hacen de forma lícita dan abasto», explica Marta. De ahí que surjan otras opciones para cubrir la sobrecarga de demanda. «Los taxis clandestinos, por ejemplo. Dicen que les compensa correr el riesgo de que les multen porque obtienen unos sobresueldos que les permiten asumir ese imprevisto», explica.

Pero Marta no quería correr el riesgo. Asegura que captó una señal divina que le mandó la isla. Había llegado el momento de volver a casa. «Sabía que me tenía que ir ya de allí», asegura. Aunque solo fuera por un tiempo. «El año que viene se renuevan las buenas vibras», concluye la joven que vivió la intensidad de la isla de las noches más desenfrenadas.