Una playa íntima y un castro escondido casi se dan la mano al norte de Sada

CRISTÓBAL RAMÍREZ

VIAJES GALICIA

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El arenal de Arnela goza de ver al otro lado de la ría el castro de punta Insua y el monte Breamo

17 jul 2021 . Actualizado a las 15:43 h.

El hecho de que Sada haya crecido urbanísticamente, y mucho, no es razón para no girar una visita a sus alrededores, a lugares de interés, bonitos y en los que resulta difícil cruzarse con alguien porque son sitios nada transitados. De manera que el momento para ir es ahora, este mismo fin de semana.

De manera que desde Sada se enfila la carretera que conduce a Mera, señalizada, se van dejando edificios a un lado y al otro y cuando Fontán (o sea, el puerto y sus casas) quedan a la espalda, esos pequeños bloques de viviendas se han transformado en unifamiliares. Y en determinado punto una indicación anima a desviarse a la diestra, a playa Arnela. A los cien metros, nuevo desvío a la misma mano. El último tramo, que hay que recorrer andando, es de tierra. Ahora mismo sí es posible, si bien no recomendable, ir en coche por esa pista estrechísima, ya que cuando acaba el asfalto hay un lugar para dar la vuelta, pero no es ancho. La playa se ve humilde frecuentada por gente tranquila que goza de ver al otro lado de la ría el castro de punta Insua y el monte Breamo. Mucho más cerca, las mejilloneras ponen una nota casi humana.

De nuevo en la carretera rumbo a Mera, en Sobredavila arranca a la diestra una pista ancha, ascendente y sin asfaltar. Desde luego, ahí no hay que meter el coche, sino subir caminando, disfrutando de la elevación y de los bosques de la derecha (demasiado eucalipto, pero no conforman un paraje feo en absoluto).

En el punto más alto, a la derecha también, está lo que queda del castro de Taibó, a 138 metros sobre las olas. No resulta lo más fácil del mundo llegarse justo hasta él, puesto que abunda la vegetación, pero en determinado punto nace un camino que sí permite adentrarse sin dificultad en esa pequeña selva.

Una vez en el yacimiento arqueológico sorprenderá la altura de sus defensas, que llega a los cuatro metros de altura, e igualmente lo hará su foso, que no lo rodea del todo, aunque quizás hace dos milenios esta afirmación no sería válida. Un buen ejemplar castreño, con unas medidas de 180 por 135 metros, murallas incluidas, dimensiones que quedan reducidas a los 137 por 104 metros en su parte superior o croa, como consta en la web patrimoniogalego.net.

Una vez visitada la aldea prehistórica, se sigue la pista de tierra, ya en descenso, y al desembocar en otra hay dos alternativas: por la izquierda se va a ir a la plaza de San Pedro, y por la mano contraria se dirige el excursionista al punto donde ha dejado el coche. De hecho, está indicado cómo regresar al asfalto, a la AC-163.

LA AVENTURA

Subir a los muros del castro.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Bajando a Arnela con la playa de fondo.

EL PASADO

Sin duda, los habitantes del castro de Taibó tuvieron relación con los del de la punta San Mamede.

PLAYA ARNEAL

43º22'10N 8º15'32W.