Betanzos conserva una construcción singular de 1902: un gran edificio consagrado al oficio de lavar. Las lavanderas hace tiempo que ya no lo habitan, pero no es difícil imaginárselas todavía al pie del río Mendo.
25 mar 2019 . Actualizado a las 19:14 h.Mucho antes de que se empezasen a ver lavanderías automáticas en las calles, antes de que la lavadora y la secadora se convirtiesen en electrodomésticos imprescindibles, se lavaba en los ríos. Era un trabajo duro, expuesto al rigor de los elementos y a la incomodidad de trabajar sobre una piedra lisa desde la ribera. Y era un trabajo exclusivamente femenino, convertido por no pocas mujeres en un medio de vida, quienes poco a poco fueron contando con instalaciones que facilitaban su labor.
Betanzos conserva a orillas del río Mendo un edificio singular, consagrado por entero a las lavanderas. Inaugurado el 17 de agosto de 1902, su construcción fue auspiciada y sufragada por los hermanos García Naveira, entre cuyo legado benéfico se conoce sobre todo el parque del Pasatiempo, y que también promovieron dos escuelas, un asilo y este lavadero, entre otros.
Comparado a lavar al aire libre, el inmueble debía de ser como una catedral. Lo parece hoy, como testigo de una época que ya vive en el sepia de las fotografías y en la memoria de quienes lo usaron, como también lo parecía entonces, acogiendo a las lavanderas con la dignidad de la obra pública. Sus facilidades eran asombrosas por ingenio y técnica: dispone de dos filas de pilones para lavar en función del caudal del río, un segundo piso para tender la ropa a cubierto y una sala para el descanso del agua fría al calor de una lareira.
Visitarlo es un viaje en el tiempo y también una experiencia estética. No solo maravillan la monumentalidad y armonía de sus dimensiones, también regala detalles hermosos: una flor de forja, la decoración vegetal en fundición o cemento, escudos de Betanzos y Argentina. Hoy es muy difícil ver a alguien lavando -aunque hay quien lleva ropa a secar y algún peregrino del vecino Camino inglés enjuaga su ropa cansada-, pero el lavadero ofrece un refugio temporal a los ajetreos de la vida moderna. Como se escribió en La Voz con motivo de su inauguración: «El edificio es excelente. Sirve para mucho más que para el objeto a que se le destina».