Pese a las restricciones derivadas de la pandemia, los coruñeses tienen la oportunidad de disfrutar de numerosos espacios naturales y enclaves artísticos
15 feb 2021 . Actualizado a las 10:53 h.Los cierres perimetrales y la prohibición de salir del propio municipio se ha convertido para muchas personas en la oportunidad para hacer turismo en el concello donde siempre ha vivido. Con museos, bibliotecas y edificios oficiales cerrados al público, A Coruña ofrece otras múltiples alternativas para conocer o redescubrir sus lugares con más encanto, escenarios naturales únicos o detalles en los que antes uno nunca se habría fijado.
Jardines de Méndez Núñez
Una millonada en árboles. ¿10.000? ¿100.000? ¿Un millón de euros? No. Los jardines de Méndez Núñez valen mucho más que eso. Los expertos calculan en más de seis millones de euros la riqueza y variedad de plantas que pueblan este jardín botánico urbano, presidido por el monumento dedicado al poeta Curros Enríquez, esculpido en granito por Francisco Asorey entre 1928 y 1934 (aunque finalmente no se enterró allí al escritor todavía se conserva el espacio para su féretro).
Erradicado el botellón de los jardines, ahora los visitantes pueden dedicar tiempo a contemplar, uno por uno, sus más de 500 ejemplares. Entre esas maravillas hay tejos, acebos, hayas, el tan famoso ombú, que en realidad es una herbácea, es decir, que el interior de su tronco no es de madera. También hay un Eucalyptus diversicolor (existen poquísimos en Galicia), un extraordinario magnolio de 14 metros de altura, metrosideros, una butia o la rosaleda que el alcalde Alfonso Molina decidió crear en la primavera de 1960 tras un viaje a París y Suiza.
Un misterio sin resolver
El metrosidero centenario. Entre los árboles senlleiros que se pueden contemplar en A Coruña está el metrosidero centenario situado en el patio de la Comisaría de la Policía Local, que fue un hospitalillo de enfermedades contagiosas, y antes, hasta 1818, una fábrica de jabón propiedad de Camilo de Gamboa. No se sabe con exactitud su edad, ya que esta especie no forma anillos de crecimiento y los estudios realizados hasta el momento no pudieron determinar una fecha concreta. «Se supone que tiene entre 200 y 300 años, aunque la llegada a Nueva Zelanda del explorador James Cook ocurrió en 1769 y eso fue hace 250 años, de ahí la intriga de los botánicos e historiadores», explicaba en una entrevista el historiador Xosé Alfeirán. Así, en A Coruña hay un árbol neozelandés anterior a la presencia de los ingleses en España, lo que alimenta la teoría de que los españoles ya habían explorado antes esa parte del mundo.
En todo caso, otras «delicias» botánicas que se reparten por los diferentes rincones de la ciudad están esperando a ser descubiertas por los coruñeses, como los liquidámbares del parque de Vioño que, en primavera son un espectáculo de color, o los Gingko biloba de Cuatro Caminos, originarios de China y muy resistentes. Tanto que fue la única especie que sobrevivió a la bomba de Hiroshima. De hecho, tras perder hojas y aparentemente quedar seco, la siguiente primavera brotó.
Jardín de san Carlos
De la leyenda romántica a la polémica actual. Este jardín circular construido sobre el baluarte medieval de San Carlos es bien de interés cultural desde 1944. Su estructura está organizada en torno al mausoleo del general escocés sir John Moore, muerto por las heridas recibidas en la batalla de Elviña de 1809, en plena Guerra de la Independencia. El jardín guarda lápidas conmemorativas, esculturas y, como buen romántico, el fantasma atormentado de lady Hester Stanhope, la amante del militar que, según la leyenda, cada 16 de enero acude a la Ciudad Vieja a darle su último adiós antes de desvanecerse. El jardín, construido por Carlos F. de Croix en el siglo XVIII, fue objeto de polémica en el año 1929, cuando se planteó cerrar sus puertas por las noches por una cuestión moral, ya que se había convertido en una selva de idilios. También ahora está en el candelero, pendiente de un proyecto de restauración firmado por el ingeniero agrónomo Pedro Calaza para recuperar el trazado original de 1834 y devolver la policromía a las lanzas catalogadas que cierran los parterres, diseñadas por el arquitecto Juan de Ciórraga en 1864. El pasado 9 de octubre, la Xunta comunicó al Ayuntamiento que suspendía el permiso que había concedido 15 meses atrás para ejecutar las obras.
Puertos con encanto
As Xubias y O Portiño. Aunque parezca mentira, A Coruña sigue conservando dos pequeños puertos dentro de la ciudad que mantienen el encanto de antaño. Hasta As Xubias se puede llegar dando un paseo de dos kilómetros de recorrido, con puntos un tanto complejos, limitados o deteriorados, pero que terminan en una hermosa vista de la playa de Santa Cristina y la ría de O Burgo. De camino, sería parada obligada visitar la iglesia de Oza, una pequeña capilla que en su día fue la principal del barrio de Monelos, hasta que este fue anexionado a A Coruña. Está situada junto al antiguo hospital de Oza, ahora sede universitaria.
También está de camino el faro de Oza, rehabilitado para uso social. Justo en la punta opuesta de la ciudad, en O Portiño, se puede contemplar una de las puestas de sol más espectaculares en días de cielos despejados. Todavía hay lanchas de pescadores y redes secando al mar.
Ciudad vieja
Joyas de piedra. La Ciudad Vieja está llena de rincones con encanto y joyas arquitectónicas: la colegiata de Santa María del Campo (de estilo románico puro, iniciada en la segunda mitad del siglo XII y dedicada a los gremios del mar y del comercio), la iglesia de Santiago (dedicada a los peregrinos que venían a Compostela por mar, en su atrio se reunía en el siglo XIV el concejo de la ciudad, y en una de sus torres se guardaba la pólvora para la defensa de la plaza); la plaza de las Bárbaras, donde se ubica el convento de las clarisas, fundado en el siglo XIV como beatario; o la plaza de Azcárraga (hasta 1896 llevó el nombre de plaza de la Harina porque era donde se vendía este grano) durante siglos fueron el epicentro de A Coruña, albergando en distintos edificios las casas consistoriales. En su centro, la fuente del Deseo, que abastecía de agua potable a la población, y cuya estatua llegó de un taller de fundición de París. El entorno está poblado de plataneros centenarios y fresnos.
Los mejores miradores
Vistas espectaculares. El monte de San Pedro ofrece las vistas más espectaculares del Atlántico y la propia ciudad. Aunque muchos ciudadanos piensan que el elevador está cerrado, sigue en funcionamiento, con los protocolos covid, y puede servir de atajo para subir a este inmenso parque donde se conservan los cañones que defendían la bahía coruñesa, con los de Ferrol. Otro mirador imponente está en el campus universitario de A Zapateira, muy próximo a donde se encuentra el yacimiento arqueológico del Castro de Elviña. Para ver la ciudad desde otra perspectiva también sirve el castillo de San Antón (cerrado temporalmente por la pandemia), cuyo origen está en el siglo XVI (cerrado temporalmente por la pandemia) y que formó parte junto con el castillo de Santa Cruz y el de San Diego, de una red estratégica de baterías para defender la ciudad. Oros miradores están en la rosa de los vientos (bajo la torre de Hércules, también cerrada temporalmente), la pérgola de As Lagoas o la coraza del Orzán.
Iglesia de San Francisco
¿Qué hace una iglesia románica junto al Paseo de los Puentes? El templo, originariamente, estaba en la Ciudad Vieja, concretamente detrás del Museo Militar y la Fundación Luis Seoane. Fue trasladada, piedra a piedra en 1961, hasta su ubicación actual. El templo comenzó a construirse como convento en 1214 y, a lo largo de la historia, fue destruido hasta cuatro veces. Fue hospedaje de reyes (el emperador Carlos I de España celebró Cortes allí en 1520, días antes de ser coronado emperador en Alemania), también de tropas y caballos franceses durante la guerra de la Independencia y, en 1835, con la desamortización de Mendizábal, pasa a ser propiedad militar y usado como cárcel. Con el regreso de la orden franciscana a la ciudad, se reclaman los restos y se trasladan al solar actual de su propiedad. Otra construcción eclesiástica con muchos avatares es la iglesia barroca de San Jorge: desde 1693 hasta 1906, iniciándose como pequeño santuario vinculado a los hombres del mar.
El modernismo, un tesoro urbanístico a la vista de todos
El entorno de la plaza de Lugo es uno de los referentes más importantes de la arquitectura modernista de la ciudad, que comenzó a despuntar en A Coruña de la mano de la cosmopolita y emprendedora burguesía en el año 1906. En la calle Compostela 8 se sitúa un edificio con paredes y techos ideados como un invernadero de estuco, donde se pueden ver nenúfares, lotos y lirios. Dentro tiene una escalera que reinterpreta el acceso a la biblioteca laurenciana de Florencia.
En el número 11 se sitúa otro emblemático edificio ideado por el arquitecto Manuel Reboredo y construido entre 1905 y 1930. Su fachada exhibe dibujos de cisnes (por eso es conocida como la Casa de los Cisnes), juncos y espadañas, una inspiración exótica que llegaba con los objetos que traían los marineros desde Filipinas.
El arquitecto coruñés Antonio López Hernández creó en 1912 otra joya modernista en el número 13 de la plaza de Lugo, con ayuda del cubano Ricardo Boán y Callejas. Destaca, especialmente, la guirnalda de rosas que adorna el edificio, mientras una cariátide femenina observa desde lo alto.
Otro de los edificios modernistas más bonitos de la ciudad se encuentra en el número 22 de esta plaza. Fue creado por el arquitecto Julio Galán en 1910. La flora típica gallega se ve reflejada en ambos lados de sus miradores centrales, en la marquetería y en sus balcones de hierro, adornado con recreaciones de hojas de roble y de castaño.
Aunque muchos edificios modernistas no se conservan ya, en pie sigue como un buque insignia la Casa Salorio, en la confluencia de la avenida de Rubine con la plaza de Pontevedra. Este edificio fue creado por el arquitecto Antonio López Hernández en 1912, con planta triangular y el único portal de la ciudad que mantiene su artesonado modernista original.
Siguiendo el paseo por la calle San Andrés, hay múltiples ejemplos de la arquitectura modernista en sus números 7, 68, 71, 100 y 118, aunque entre todos ellos sobresale la Casa Fuente de San Andrés (Plaza San Andrés, 1), obra de Julio Galán Carbajal del año 1911.
La calle Real también esconde, entre galería y galería, joyas modernistas, como la del número 22. Fue creada por los arquitectos Julio Galán Carbajal y Antonio de Mesa entre 1909 y 1910, adornada con acebos, ramas, espigas, discos solares y rosas en su fachada.
Siguiendo la ruta hacia el Ayuntamiento (cerrado a visitas por el covid-19), se encuentra quizás el edificio más conocido del movimiento modernista de la ciudad. Se trata de Casa Rei, en el número 12 de la plaza de María Pita. Fue diseñado por el arquitecto Julio Galán e inaugurado en 1911. Su cornisa rizada, la cerámica vidriada de inspiración mudéjar y los balcones de la fundición Wonenburger.
También continúa en pie Casa Molina, en la calle Santiago y flanqueando la entrada a la Ciudad Vieja. El elegante edificio fue creado por el arquitecto Rafael González Villar en 1915, que se inspiró en el modernismo italiano de Turín para incorporar guirnaldas y cintas colgantes en su fachada.
De simple quiosco a Kiosco
En esta ruta del modernismo arquitectónico coruñés no puede faltar el Kiosco Alfonso. En una época en la que prosperaban los pequeños quioscos por toda la ciudad, Alfonso Vázquez fue el primero en obtener del Ayuntamiento, en 1906, autorización para ampliar sus instalaciones. Y en 1909 consiguió, además, permiso para cerrar el perímetro con vidrieras portátiles para los días de mal tiempo. Pero fue en 1912 cuando se emprendió la construcción del edificio que ahora conocemos, con la firma del arquitecto Rafael González Villar Alfonso, con forjados de hierro de la fundición coruñesa Wonenburger.