Un castro lleno de vegetación pone punto final a una excursión en Barrañán

cristóbal ramírez A CORUÑA

VIAJES

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El arranque de la ruta del río Sisalde, un espacio idóneo para dejar correr a los pequeños de la familia

19 dic 2020 . Actualizado a las 17:02 h.

Arteixo es un municipio lleno de pequeñas aldeas y lugares poblados. Y al mismo tiempo, con tantos espacios a los que el covid no ha llegado ni llegará nunca que lo convierten en un territorio idóneo para hacer una salida desde A Coruña y respirar a pleno pulmón, respetando a normativa contra la pandemia, claro está.

Una de esas excursiones comienza cuando se coge el desvío a la izquierda -señalizado Lañas- antes de llegar a la playa de Barrañán, en pleno descenso hacia el arenal y justo antes de bordear la gran cantera.

La primera parada, en la parroquial de Barrañán. Y hay que ir atentos porque la señalización en esa tupida red de pistas brilla por su ausencia (cierto: habría que colocar cientos de señales Arteixo adelante). Así que cuéntese y elíjase la tercera pista a la derecha, en descenso. Así se encontrará esta iglesia sencilla, con un entorno bien cuidado. Es de una sola nave, rectangular, y sus orígenes no parecen estar claros, ya que hay quien la sitúa en el siglo XVI y hay quien habla del XVIII. Lo más probable es que lo que se ve ahora mismo sea de esta última centuria, reformando muy profundamente un edificio de 200 años antes. Cerca, un cruceiro de cronología desconocida pero que no parece muy antiguo, con pousadoiro colocado en este siglo.

Siguiendo desde ahí hacia el fondo de ese valle por pista asfaltada, al desembocar en otra, a la derecha para encontrarse con una zona de descanso de la que parte la ruta del río Sisalde, con uno de los molinos recibiendo al visitante, lugar muy agradable para estirar las piernas con calma y sin el menor riesgo para los más pequeños, que todo lo más pueden acabar mojados.

Continuando la excursión, la pista va a ascender hacia un montículo que se eleva 59 metros sobre el nivel de las olas, todo cubierto de vegetación y, en su parte superior, de eucaliptos, si bien por la trasera presume de especies autóctonas, lo cual le da un aspecto al menos llamativo. Como llamativo es también el altísimo hórreo que se alza en la pequeña aldea que se construyó a los pies de ese outeiro.

Tal aldea se llama Castro, y fácil es deducir por qué: la parte de arriba de todo está ocupada por un yacimiento prehistórico sin excavar, que sin duda controlaba la vida en el valle junto con algún otro en el lado contrario. Figura en los mapas como As Croas.

La recomendación es continuar la pista rodeando ese castro y llegar al final, al lugar de A Xesteira, desde donde se ve una parte de la muralla defensiva de ese óvalo de 285 por 198 metros. Ahí se abre un camino poco hollado en la actualidad que conduce a la cima. Un buen fin de etapa. Desde luego, allí no hay coronavirus.

LA AVENTURA

Ascender a la croa del castro desde la aldea del mismo nombre.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Con el molino del río Sisalde.

EL DESAFÍO

Hacer el recorrido en bicicleta.

EL PASADO

Los habitantes del castro de As Croas debieron tener comunicación con el de Castelo, a un par de kilómetros en línea recta.