La magia envuelve la Ruta das Chousas

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

VIAJES

Al lado de O Veral se encuentra un sendero de 3 kilómetros con varios puntos de interés

22 nov 2020 . Actualizado a las 19:21 h.

Dejarse envolver por la magia es sencillo al adentrarse en la Ruta das Chousas. La naturaleza, con su juego de colores y sus zigzags constantes; el curso del río, que serpentea caprichoso en unos lugares y baja manso en otros; y el otoño, que lo baña todo de una luz bucólica, bastan para que uno se evada de todo durante un rato. Y a tan solo un cuarto de hora del centro de la ciudad.

La Ruta das Chousas es apta para todos los caminantes, incluidos los más pequeños. Se encuentra cerca de O Veral y su punto de partida está junto a la piscifactoría y el aula de la naturaleza, una parada obligatoria para profundizar un poco más en el entorno, reserva de la biosfera. El río Mera conduce los primeros pasos de un camino con una excelente señalización y que apenas supera los 3 kilómetros. En el recorrido la cobertura móvil escasea. Quizás una bendición más, pensará alguno.

La Ruta das Chousas transcurre a lo largo de poco más de 3 kilómetros y es de gran belleza
La Ruta das Chousas transcurre a lo largo de poco más de 3 kilómetros y es de gran belleza OSCAR CELA

Los primeros metros transcurren con el río Mera a la mano izquierda. Las escaleras fluviales de la piscifactoría de la Xunta ofrecen una imagen curiosa, y la naturaleza hace el resto. Un antiguo molino, la cantera abandonada en la que los aficionados practican escalada y un puente que cruza el cauce dan comienzo a la ruta. A medida que se avanza, la vegetación parece abrazar al caminante. Los penedos juegan con el terreno y, de repente, se alcanzan las chousas, viejos caminos murados por los que antaño avanzaban los carros y que hoy parecen surgidos de la escena de alguna película, con sus marrones, sus ocres y su escala de verdes. Incluso el musgo y los líquenes, unas veces de un tono casi radiactivo y otras opaco, colaboran en la mágica estampa.

La ruta continúa por los viejos «pasais», pasos laterales que situaban en los caminos para evitar el agua en el invierno, y llega al tramo más discreto del recorrido. Algo más de un kilómetro de senda sobre asfalto, pero que invita a ver viejas cancillas de madera o ejemplos de cómo la naturaleza acaba cobrándose su espacio. Recuperándolo.

El cemento queda atrás tras superar el pequeño lugar de Abelairas, con sus construcciones típicas y su tranquilidad. Luego se pasará por la parte de atrás del centro de recuperación de aves, y la ruta encarará su tramo final. Como colofón es recomendable una visita al aula de la naturaleza, la guinda perfecta a un recorrido para toda la familia.