Recorrido por la ruta da Pedra e da Auga, en O Salnés

Cristóbal Ramírez

VIAJES

Paraje fluvial de la ruta da Pedra e da Auga en el concello pontevedrés de Meis
Paraje fluvial de la ruta da Pedra e da Auga en el concello pontevedrés de Meis MÓNICA IRAGO

Se trata de un paseo que no es circular, con una duración aproximada de dos horas y media

19 ago 2019 . Actualizado a las 13:33 h.

La popularizó el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy, un asiduo de la caminata estival por esos parajes del Salnés, pero estaba allí desde antes de que él pusiera un pie en ella, iniciativa del entonces presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán. Para ser exactos, el sendero se utiliza desde hace siglos. Es la Ruta da Pedra e da Auga, sin duda una de las de mayor encanto y más completas de Galicia. Para algunos presenta el inconveniente de que no es circular, para otros eso es un aliciente porque permite disfrutar de una caminata de subida y luego de bajada, aunque los primeros 1.300 m son llanos del todo. Hay que contar con entre dos horas y dos horas y media tanto para la subida como para la bajada.

Arranca casi a la entrada a Ribadumia. Autovía do Salnés, salida en el km 9 rumbo a Cambados y un par de kilómetros más adelante, en una rotonda, desvío a Ribadumia-Barrantes. El punto de partida (1) está en esa rotonda (hay aparcamiento allí mismo), próximo a un establecimiento hostelero y se empieza a caminar con el río a la izquierda, con bancos y mesas, varios molinos (uno, curiosamente, alejado de la corriente).

Pero después de pasar bajo la autovía todo cambia. Y de ello el viajero se da perfecta cuenta cuando en el km 2,7 alcanza la Aldea Labrega (2) (conjunto de esculturas que, a tamaño reducido, reproducen una típica aldea). Ahí empieza la subida, que va a ser constante hasta el final y que desanima a quien vaya con niños con menos de diez años, aunque en absoluto la ruta es imposible para ellos.

Además, los molinos invitan a irse deteniendo. Por ejemplo, el de la Avispa a 3 km del punto de partida (3). O los de Aldea de Abaixo I, Aldea de Abaixo II (km 3,8) (4) y del Crego (km 4) (5). Un poco más adelante no se toman los dos caminos que parten a la diestra y el ir en fila de a uno va a convertirse en algo obligatorio. La pendiente a partir de ahí se hace más acusada. Otro molino (Castiñeiras, km 4,7) (6) se convierte en antesala de una preciosa poza, que en estos días acoge mucha agua, y de dos pequeños puentes de madera (peligro nulo) después de dejar otros tres molinos a las espaldas. El último de los ejemplares de esta arquitectura tradicional tan enraizada en la historia, en las relaciones sociales y en el floclore de Galicia se alza en el km 5,9 (7).

Así se alcanza la carretera, que no se pisa porque sigue habiendo camino paralelo. Ante los ojos, la entrada al monasterio de Armenteira (8), un tesoro histórico y artístico ligado a la figura de Ero, el monje que, contemplando un pájaro, pasó trescientos años. Que quizás sean los que tiene ese sendero que el viajero acaba de recorrer.