La Mochila Roja

Un cruceiro en «technicolor»

Sociedad

E.V. Pita

La restauración de las estatuas del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago desvelan el antiguo mundo en tonos pastel que decoraba las obras gallegas en piedra, incluidos los cruceiros

28 Dec 2019. Actualizado a las 20:28 h.

La próxima vez que alguien sueñe que las ánimas de la Santa Compaña lo acorralan en un cruce tendrá que cambiar un detalle en la decoración de su pesadilla. El cruceiro donde lo enganchan la procesión de ultratumba debe estar pintado en vivos colores. Actualmente, la visión de la Galicia de piedra es gris y fría porque en el siglo XXI se apostó por restaurar las casas de campo con fachadas de granito al estilo rústico. El dueño quiere probar que sus paredes no son de ladrillo recebado ni pladur sino de granito de verdad. Pero, antes, la Galicia rural brillaba en tonos pastel.

A muchos latinos les impresiona pasear por el casco histórico de Santiago de Compostela porque les parece una ciudad rocosa, en alusión a sus fachadas de granito desnudo y grisáceo. El único color es el blanco de las galerías. Pero no siempre fue así. Muchos historiadores gallegos insisten en que en las aldeas le daban una mano de pintura blanca a las fachadas de piedra para aislarlas de la humedad. En las contras, resaltaban los tonos verdes y azules.

Una prueba de este mundo en technicolor está en la reciente restauración de las estatuas del Pórtico de la Gloria, que resalta ahora con su color medieval. Ver al Apóstol brillando en una amplia gama cromática, de la que quedaba vestigios en el siglo XIX, supuso un giro copernicano en la forma actual de imaginar las catedrales gallegas. Además de la luz cenital que asomaba por las coloridas vidrieras había un efecto espectacular al cruzar el umbral entre estatuas vivamente decoradas.

Pero todavía se conserva algún fósil de ese antiguo mundo gallego en technicolor. Basta con visitar el santuario de Santo Cristo de Xente, en A Lama. Desde el siglo XVII, los ofrecidos son llevados a hombros en un ataúd en procesión desde una cueva para curarse o quitarse el meigallo. Su vía crucis culmina en un cerro del cementerio, el calvario, donde sobresale un baldaquino o templete que alberga un cruceiro levantado hace 151 años. Dicha cruz guarda uno de los mayores secretos de Galicia: está pintada en color.

Cualquiera que salga a la calle y se tope con un cruceiro de piedra comprobará que su único color es el del verdín y el liquen amarillo. Pero el cruceiro de Xente tiene algo especial: su escultor 1868, el maestro canteiro Manuel González Perdiz, lo decoró a la antigua usanza y sus figuras coloreadas pervivieron.

La razón es muy sencilla: la cúpula del baldaquino protegió la obra de la lluvia y el viento. Al ser de los pocos que están al aire libre pero a la vez resguardados, pervivió su decoración, pero solo en la talla superior. Allí se aprecia aún el color carne de Cristo crucificado, el marrón de la madera, y los mantos rojos y azules de los ángeles. El capitel es rosa pero el resto de la columna está la intemperie y su decoración desapareció como en el resto de Galicia. A escasos metros de la iglesia de Xende, hay un tradicional peto de ánimas. Sus figuras también están pintadas en vivos colores. Y si quedase alguna duda, en un pueblo de canteiros cercano, Covelo, destaca otro cruceiro coloreado en rojo. El maestro Perdiz era de allí.


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