Hoy no toca playa, nos lanzamos al río
Ourense
No hay olas ni brisa marina, pero sí agua refrescante donde disfrutar de estimulantes baños
07 Aug 2018. Actualizado a las 18:03 h.
Tienen una de las cualidades que más se valoran cuando el tiempo hace sudar la gota gorda: aguas frescas. A veces, incluso terrazas de hierba a la sombra de frondosas arboledas. Sin embargo, en la comunidad de los mil ríos, en el verano les decimos adiós. Nos olvidamos del Eume, del Sor, del Masma, del Mao, del Ulla, del Mandeo, del Tea o del Anllóns. Y eso que muchos disponen de áreas recreativas o rincones umbrosos donde descansar plácidamente y, de paso, regalarse un baño. Sin necesidad de sufrir retenciones de tráfico interminables, pasar apuros buscando aparcamiento o pelearse por un hueco en la arena para estirar la toalla, estas son algunas alternativas dulces al litoral con las que decir hola a los ríos.
Ourense: aquí no hay mar
El buen tiempo empuja a la costa, pero los ríos reivindican su papel primigenio como destino de retiro. Aunque ahora sus mayores fans son los pescadores, en épocas pretéritas era aquí donde se relajaban. En la raia ourensana, el río Limia, en plena reserva transfronteriza de la biosfera de O Xurés, tiene en uno de sus afluentes, el Caldo, uno de los mejores destinos de Galicia para zambullirse en agua dulce. Sus baños, una piscina pública, termal y abierta para los ourensanos, discurren junto a unos restos arqueológicos romanos. A ellos ya les gustaba mojarse aquí. Sin salir de la provincia, en el concello de O Bolo, las vistas al santuario de As Ermitas -encajado en las piedras de la montaña- son uno de los atractivos de la piscina con orillas verdes que forma el río Bibei. En Allariz está otra de las mejores playas interiores de la provincia. Su fuente es el río Arnoia. O Arnado y Acearrica cuentan con áreas de esparcimiento en las inmediaciones del centro urbano de la localidad.
Grandes desconocidos
Eso son algunos ríos como el Sor para buena parte de los gallegos. El torrente costero que fluye por localidades como Mañón, Muras, Ourol u O Vicedo hasta su desembocadura en la ría de O Barqueiro ofrece la posibilidad de realizar deportes náuticos como los descensos en canoa que, según sus vecinos, nada tienen que envidiar a otros más populares como el de Ribadesella. Además, dispone de senderos para perderse y esconderse de los rayos de sol, a la vez que se mojan los pies, o el cuerpo entero, a la altura de enclaves como el de Ponte Segade. También en Lugo, en su extremo sur, nunca está de más recordar al rey de los ríos gallegos. En la Ribeira Sacra, sumergirse en el Miño y tumbarse sobre la arena es posible en la playa fluvial de A Cova, en O Saviñao. En otra provincia, Pontevedra, las Rías Baixas no son solo un espacio rico por sus playas. Aunque pequeño, las aguas cristalinas y tranquilas del Tamuxe -afluente del Miño en su tramo final- están cargadas de sorpresas. Entre O Rosal y Oia, su caudal abundante invita al baño, sobre todo en la playa fluvial de As Eiras -a orillas del Miño todavía- y en el área natural del molino de As Aceñas.
Peces de ciudad
Para los que vivan en el centro, o quieran descubrir su otra cara en un día de verano, hay playas fluviales dotadas con todos los servicios propios de un arenal con bandera azul. En Pontevedra, a la altura de Monteporreiro, las orillas del Lérez ofrecen un espacio recreativo con césped y puntos de sombra donde el bañista no extraña la playa. Cerca de la capital pontevedresa, en Ponte Caldelas, el río Verdugo es la fuente de la playa fluvial de A Calzada, la primera en contar con bandera azul en Galicia y la segunda en alcanzar el distintivo en España.
A 15 kilómetros de Santiago, la de Tapia, en Ames, es una de las más concurridas, sobre todo en días de semana, para los que quieren darse un chapuzón en el Tambre. En Lugo, el Club Fluvial es el lugar de referencia para un cuarto de los habitantes de la ciudad de la muralla. Abierto desde 1935, lo disfrutan unos 22.000 beneficiarios. A la playa de Antena, en Ourense, no le hacen falta ni la arena ni las olas. La hierba es la mejor toalla y el Miño la orilla donde mojarse.
En Galicia alternativas no faltan -si cabe, sí mayores dosis de mantenimiento y protección en algunos casos- para chapotear a gusto como peces en el agua.